Por Juan Garduño
México es un país de grandes contrastes. Mientras hay niños que pueden disfrutar de un campamento donde se pagan 40 mil pesos semanales;[1] encontramos a otros limpiando parabrisas en las esquinas o vendiendo cigarros. Podemos preguntarnos: ¿por qué esos niños no están en la escuela?, cuestión que resulta fundamental para dar cuenta de la profunda y dolorosa desigualdad social en nuestro país, misma que se refleja cruelmente en el ámbito económico.
Los países avanzados han invertido onerosas cantidades de dinero en la educación básica de su población, lo cual se ve reflejado en el modo de vida de sus habitantes. Por ejemplo, en Europa se ha señalado que un euro invertido en deporte son tres euros que se ahorran en sanidad,[2] actividad directamente relacionada con las escuelas. Incluso se ha cuestionado el por qué las actividades deportivas tienen el mismo impuesto que el tabaco, si éstas, lejos de generar enfermedades, las previenen y las retrasan.
Bajo el gobierno de Lázaro Cárdenas, en México se impulsó un modelo educativo que consistió en la alfabetización de la población en general. La meta fue que todos supieran leer y escribir. El solo cumplimiento de este aspecto ya representaba un gran avance para el país, sin embargo, esta medida solo era buena como el inicio de un proceso educativo en el cual no se vieron claras las etapas posteriores. Es decir, que toda la población de un país sepa leer y escribir es un aspecto positivo, pero la cuestión es: ¿para qué leer?, y aún más importante, ¿qué van a leer? Si comparamos el número de bibliotecas del país, con el de centros comerciales, estos últimos superan con mucho a las primeras. No hubo un plan ampliamente formado para configurar una sociedad lectora. La educación básica en México no tiene metas bien definidas, lo cual se refleja claramente en la ortografía de sus estudiantes universitarios o en la falta de creatividad de la población. Frente a este panorama surge la pregunta: ¿qué se necesita para recuperar la educación básica en un país como el nuestro?
Todo proceso educativo debe partir de sus cimientos, uno de ellos es la infraestructura básica de las escuelas. El amplio mosaico étnico en nuestro país es un reto inicial, el problema del antiguo modelo fue que buscó igualar a todos en aspectos que borraban su riqueza cultural y sus costumbres, lejos de incluirlos respetando su diferencia, por ejemplo: el idioma. La educación se basó principalmente en aspectos formales que tenían que ver más bien con saber leer, sumar, restar y tener una instrucción técnica. Esos concursos de oratoria, de poesía, tanto individual como coral, quedaron lejos de lo considerado útil. El resultado directo de esto es una falta de comprensión lectora y de una sociedad irreflexiva. Esto sería, en todo caso, conveniente a un gobierno manipulador de masas, como el presentado en la novela de George Orwell, La rebelión de la granja.
¿Qué debería incluir una educación básica? Volvemos a la infraestructura. Las escuelas en México, mayormente en el interior de la república, no cuentan con las instalaciones adecuadas para la docencia. En algunos casos, los salones de clase muchas veces son improvisados; el mobiliario son piedras que juntan los niños; los profesores no son actualizados continuamente; el camino a las escuelas es un desafío. Estas aristas se conjuntan para impedir el desarrollo educativo de la población. Lo que quiero proponer, a continuación, es un ejercicio de la imaginación acerca de lo que sería una escuela ideal. Al final del día, como se dice coloquialmente, soñar no cuesta nada.
Una escuela debería ser lo más cercano a un segundo hogar. En el hogar desarrollamos la mayoría de nuestras habilidades por medio la creación de hábitos: convivencia afectiva, juego, limpieza personal, quehaceres, responsabilidades. La escuela tendría que ser una recreación de este ecosistema, por llamarlo de alguna manera. Por tanto, una escuela debería cumplir con ciertos aspectos que resultan esenciales para el desarrollo educativo de las personas. Los seres humanos necesitamos desarrollar todas nuestras habilidades, estar sentado por muchas horas en un salón pasivamente no es del todo pedagógico, el problema es, de nuevo, la infraestructura. Una escuela necesita más que salones de clase. La pregunta es: ¿qué infraestructura se necesita?
Una escuela debería contar, en primer lugar, con un comedor, en el cual se debe brindar una comida gratuita no sólo altamente nutritiva, sino también deliciosa. Los padres no sólo son los responsables de enviar a sus hijos a la escuela, pero los alumnos también buscarían ir a la escuela, donde su situación marginal no les impida recibir una alimentación satisfactoria que sí encontrarían en la escuela. Ello ayudaría no solo a su desarrollo físico, sino también mental: hay que comer bien para aprender. Otro aspecto que resulta esencial es un gimnasio cerrado, en el cual se puedan practicar diversas actividades físicas, como básquet, voleibol, gimnasia rítmica, artística, danza, etc. Esto complementado de un campo al aire libre para practicar otros deportes. Es necesario que los niños practiquen diferentes actividades físicas para que desarrollen toda su motricidad. Está comprobado que el desarrollo físico ayuda al desarrollo mental, un buen desarrollo físico ayuda al desarrollo neuronal de las personas.
Otro aspecto importante, que resulta una mediación entre lo físico y lo mental, es el desarrollo creativo, para esto se necesitan dos tipos de salones: salones de educación artística donde se enseñen diversas actividades para explorar: pintura, escultura, grabado, utilizando materiales reciclables; por otra parte, se necesitan salones de música, donde se puedan tocar diferentes instrumentos proporcionados por la propia escuela, por ejemplo, debería estar equipado con un piano y distintos instrumentos. En ambos casos, se necesitan profesores especialistas en sus áreas, es muy importante este desarrollo, pues es lo que genera el pensamiento creativo, ya que la mente experimenta su libertad en toda la extensión de la palabra.
Por último, las escuelas deben tener sus instalaciones en excelentes condiciones, ya que esto genera un sentimiento de bienestar respecto de las personas que asisten. Cada abandono escolar, es una pérdida para el Estado; cada alumno graduado sería un ciudadano responsable. El dinero invertido en la educación será ahorrado en salud, en programas contra las adicciones, en sistemas penitenciarios y seguridad pública. Quizá esta propuesta es una utopía para un país como el nuestro, sin embargo, se lleva a cabo en países como Finlandia. Considero que nadie debe quitarnos el derecho de soñar, pues de los sueños nacen los grandes proyectos, como diría Max Weber: “Hay que soñar lo imposible, para lograr lo posible”.
[1] https://news.culturacolectiva.com/mexico/hijo-de-amlo-va-campamento-exclusivo-de-40-mil-semanales/
[2] https://www.laregion.es/articulo/foro-region/euro-invertido-deporte-son-euros-ahorrados-sanidad/20190606080047875949.html
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